jueves, 22 de noviembre de 2012
End of a Path...
sábado, 19 de noviembre de 2011
Cinco
martes, 26 de octubre de 2010
El arte de Olivar… ("... y dale el olivo al polvo, a las cremas, y al carmín...")
La milonga gira, narcótica y final. Pronto, muy pronto, el instante maldito estallará en medio del salón, chispeará una-dos-tres veces y desaparecerá para siempre. Habrá que estar atentos: desde entonces será tarde para haberse ido, y aún será temprano para quedarse hasta tarde. La trampa estará tendida.
Sentadita en su silla - tañendo acompasadamente un anillo de piedra azul contra el vidrio cantarín de un vaso de vino, anestesiado de esperanza- ella ve cómo la milonga se desvanece a los pies de su sonrisa. Ha bailado poco, y mal, pero sobre todo poco. Allí está ahora, pálida de una pieza, preservada todavía del enfado, ajena. El fracaso aún no es indigno, aunque en poco tiempo lo será; sus manos lo intuyen y la distraen de humores sombríos con el tintineante tañer del anillo sobre el vaso de gaseosa. Aunque no es seguro, quizás sea el momento de tomar la decisión; casi lo sabe y sin embargo, no.
A poco metros de allí -ancho en el paladeo de la tanda que tan bien le bailaron, henchido de gloria ese pecho-a-pecho que tan bien le supieron comprender- él cree haber percibido el perfume de aquellos tangos. Ha bailado poco, y maravillosamente bien.
Sobre todo bien, como hacía siglos no sucedía; un obsequio inesperado en el avieso filo de la noche.
Ahora, erguido en la barra, orejeando el naipe de una alegría largamente merecida, pretende insensato que aquella tanda azarosa se prolongue en un milagro. Ancho de Gloria, es tiempo de tomar la decisión; casi lo sabe y sin embargo, no.
La milonga gira. El relámpago pestañea una-dos-tres veces y en alguna mesa de pista el golpeteo cantarín del anillo pierde el compás. Muy cerca de allí, un oscuro perfume de tango de pronto se torna amargo.
El momento de irse ha pasado, y ya no regresa.
A partir de entonces no habrá escapatoria. En medio del agobio, ella se sorprenderá lejos del ritmo y él notará un sabor extraño detrás de su sonrisa. Aún no lo sabrán, pero ya será tarde: debieran haberse ido y no lo habrán hecho. Descreerán de su propia intuición; resistirán y se obstinarán en sus endebles equilibrios.
Inocente y primaria, ella porfiará en la esperanza de una tanda salvadora: un encuentro que desgravíe sus zapatitos de segunda postura, una abrazo trasnochado que desmienta los tangos que esta noche no bailará. Presumido y Primario, él porfiará en la esperanza de una señal olvidada en el bies de la madrugada, una tanda que le perjure que hoy es siempre.
En algún momento sobrevendrá la realidad. Llegará con los modos suaves de un licor o los ímpetus de un portazo, poco importa.
Ella y él, vencidos, asumirán a regañadientes que hay noches que no se pueden levantar y noches que no se pueden sostener, que ambos deberán haberse ido mucho tiempo antes, que el arte de olivar es una extraña exquisitez reservada al deleite de unos pocos y que -una vez mas, que duda cabe- han vuelto a caer en la trampa.
Pedirán la cuenta, cruzarán la puerta y esperarán un taxi sin haberse conocido.
martes, 28 de septiembre de 2010
La Vida en Modo Infinitivo
lunes, 30 de agosto de 2010
El Hombre de la Camiseta Calada
viernes, 27 de agosto de 2010
Amalfi
jueves, 26 de agosto de 2010
No se culpe a nadie
martes, 24 de agosto de 2010
El todo por las partes - Parte II
lunes, 23 de agosto de 2010
Eramos de Letras
viernes, 9 de julio de 2010
Autobiografía Literaria
Como si de una cuadro de Botticelli se tratara, la literatura se me acerca como la redactada génesis que promete viajes interminables hacia dimensiones completamente desconocidas. Así, como si fuese un torrente de promesas intelectuales y emocionales, me llama desde entre las hojas mas sedosas y brillantes, que naturalmente, todavía desconozco.
Y miro, curiosa, con ansiedad en el medio del pecho, hacia arriba, hacie el último de los estantes de la hasta el texho, extensa, biblioteca de mis padres. Por allí, perdido en un ángulo desconocido, stá aquel gran libro de, yo ya sé, sedosas hojas que perpetúa los mitológicos seres fantásticos con los que tanto sueño.
Escalo, como escala el espadachín valiente en la búsqueda de su salida. Escalo solo para que aquel magnánimo libro encuentre mis manos, y deje que ellas sean puente de regocijo de nus ojos sobre sus ilustraciones.
Las escamas de los Dragones de Ciruelo, se impregnan en mis pupilas y se graban como una victoria ganada al tiempo, al espacio, a la gravedad, y hasta la mismísima autoridad paterna.
Legiones de travesuras nocturnas, me convocan a servicios siempre antes de las tres de la mañana, para interpretar los pensamientos metafísicos de Asimov, y acompañar las locas fanasías científicas de Charles Berlitz, en su búsqueda desesperada por justificar su Atlántida perdida.
Una vez frente a los estantes, la batalla comienza: quién primero, quién después, quiénes serán los privilegiados que nutrirán ese mar de conocimientos de tan solo centímetros de profundidad que pretendo habiten mi mente.
Y cierro los ciclos de lectura noctámbulos, sucumbiendo al llamado de Morfeo, que Morfeo, que conociendo mi pasión por las letras, me susurra silencisoamente "Call me Ishmael", porque sabe que sólo de esa forma me acercaría a sus brazos oníricos.
Así como no soy dueña de una única verdad, no fuí adueñada por un solo libro. A los libros yo los amo, los encuentro como se encuentra un amor sorpresivo al otro lado de la calle. No los leo, los sitetizo como sustancia fundamentales para alimentar mi creatividad.
Finalmente asumo mi incapacidad literaria de autoretratar esta natural pasión por la literatura, y cedo a la imainación del lector, las listas inconclusas de las obras que aún no he citado, y que sin embargo, se encuentran latentes tras mis pupilas.
lunes, 5 de julio de 2010
El todo por las partes - Parte I
Una tras otra, haciendo eco, un eco húmedo, goteado, con vapores que impregnan el aire de la habitación, con esa húmeda goteada al compás de sus ecos que nunca censan.
Violencia. El calor, la humedad, el vapor, la gota que cae, todo aquel sistema de drenaje fallido, genera violencia.
De la cama, mirando fijamente el techo, a la cocina, de allí, al comedor, a la sala. Todo con ira, a gran velocidad, topándome bruscamente con los marcos de la spuertas, los escalones, y hasta clos zócalos de paredes que jamás vi curzárseme por delante. Si por lo menos avisaran...
Y entonces, oigo la luz del baño, inmensa, serena, ensordecedoramente silenciosa, y blanca, y un constante repiqueteo caliente, que no cesa de llamar.
Paso a paso y quemando la planta de los pies con agua hervida de la vacha desbordada sobre las valdosas ásperas de granito brasilero, me acerco a aquela manantial de tortura noctámbula.
Con fuerza, mas fuerza, cambiando mi posición, de muchas formas diferentes, salté sobre aquella condenada canilla. Nada la detenía, una renovada última gota siempre escapaba airosa, de su oscura boca tubular hacia el exterior, para saludarme, para sonreirmesocarronamente con su molecular sonrisa burlona, para corregir mis pensamientos, y avisarme qe no era la última, que detrás de ella venía otra, y detrás otra, y otra mas. Cada vez mas lentas, si, cada vez mas distantes, pero siempre una vez mas.
La batalla me había agotado, mi columna vertebral se había rendido, sucumbiendo a la flexibilidad quebrada que soo un desmayo como aquel que traumó mi cabeza podría darle. Y me dejé caer, mostrándole a la canilla y a sus gotas constantes, que lo hacía queriendo, no por convencido, no por golpeado, sino porque era mi forma de triunfar, aún, habiendo perdido.
En un extraño borrón blanco que desdibujó la oscuridad de mi ojos cerrados durante toda la noche, la luz penetrante de una habitación ruidosa pero en silecio de aquellas gotas morbosas, pudo despertarme, y sucumbí a su claridad, y me regocijé en ella, ya que allí, las gotas no estaban... había vencido.
Consigna: como podría describir con mayor presición "la canilla de agua caliente del baño"